Errores que se suelen cometer (muchos de ellos de forma inconsciente) a la hora de afrontar un plan de pérdida de peso y que pueden sabotear cualquier intento en este sentido.
La impaciencia. Sin duda, es el error más frecuente y difícil de erradicar. Queremos resultados rápidos haciendo los mínimos cambios posibles, y la fisiología no funciona así. Para perder una buena cantidad de grasa corporal se necesita tiempo y constancia en los cambios; pero al ver que no se obtienen esos resultados tan notorios en unos días o semanas se suelen abandonar todos los buenos hábitos que se han incorporado en un primer momento. Otro error común es querer hacer todos los cambios a la vez, de un día para otro. Nos agobiamos al ver que no somos capaces de hacer todo tan perfecto, y acabamos también abandonando todo propósito de vida sana.
Confundir hambre con ansiedad. Es muy importante aprender a identificar el hambre real de las ganas de comer producidas por los nervios o la ansiedad, ya que confundir una con otra puede traducirse en varios kilos de más. “El hambre real suele aparecer de forma progresiva, y se calma con la ingesta de cualquier alimento. En cambio, el hambre producida a causa de los nervios, el estrés o un bajón anímico aparece de repente y solamente en estas situaciones, y, además, sólo se calma con alimentos muy concretos, que suelen ser sabrosos y placenteros y que generan esa especie de ‘anestesia’ que vamos buscando”.
Considerar el “factor privación” como algo inevitable. Esta tendencia, muy extendida, tiene justo el efecto contrario al que se busca, ya que juega en contra de la pérdida de peso. Nadie quiere estar castigado el resto de su vida sin poder comer ciertos alimentos, que es lo que hacen las dietas restrictivas: prohibir algunos alimentos. Y, en un acto de rebeldía, se tiende a comerlos de forma desmesurada en forma de picoteos o atracones, ingiriendo una cantidad de calorías tan grande que lleva a una ganancia de kilos y de grasa corporal.
Minimizar el impacto real del alcohol. Además de los efectos nocivos para la salud y de las calorías que aportan, el alcohol produce otros “daños colaterales” que se reflejan claramente en la báscula: Es algo que depende de la cantidad total ingerida y de la relación que se tenga con las bebidas alcohólicas y con el entorno, porque es difícil generalizar , pero se ha visto que cuando alguien consume habitualmente unas cañas o unos vinos antes y durante las comidas suceden dos cosas muy llamativas: se desinhibe y, por un lado, tiende a seleccionar alimentos de peor calidad y, por otro, come más cantidad. Esto, unido a las propias calorías del alcohol, se puede relacionar con un aumento de peso
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